PIEL Y PROBIÓTICOS: ¿EXISTE RELACIÓN?

Nuestra piel es un órgano que, al igual que el resto, está compuesta por millones de microorganismos. Es decir, tal y como sucede tracto intestinal, la piel también tiene su propia microbiota, conformada por bacterias, virus y hongos que repercuten en el estado de la misma. La mayoría de componentes de esta flora se encuentran ubicados en la epidermis y, en menor medida, en la dermis.

Por esta razón, la ingesta de probióticos, es decir, de microorganismos beneficiosos, puede incidir en la apariencia y el estado de nuestra piel. Esto se debe a que éstos contribuyen a equilibrar nuestra flora bacteriana en general, y por ende, también la cutánea.

La microbiota cutánea o dermobiota

La microbiota cutánea o dermobiota tiene una triple funcionalidad: defendernos de agentes patógenos, actuar como barrera y regular el sistema inmune. Comienza a formarse desde el canal del parto, cuando el bebé entra el contacto con la flora vaginal de la madre. Posteriormente, evoluciona de forma diferente en cada individuo, ya que está influida por numerosos factores.

Por un lado:

  • Factores genéticos
  • Edad
  • Sexo
piel

Por otro lado:

  • El estilo de vida
  • La higiene
  • El clima
  • La toma de medicamentos
  • Las enfermedades
  • Etc

¿Cómo es nuestra microbiota cutánea?

Podemos distinguir entre dos tipos de microbiota cutánea: la residente y la transitoria. En el primer caso, hablamos de aquellas bacterias que residen en nuestra piel, actuando como defensa e impidiendo que se fijen agentes patógenos externos. Esto es, aquella que evita enfermedades. En segundo lugar, la microbiota transitoria es aquella que no permanece en las distintas capas de la piel, sino que aparece puntualmente o va variando en función de diferentes factores. A pesar de que, en su mayoría, son especies inofensivas, éstos sí pueden provocar enfermedades.

Por lo tanto, una alteración o desequilibrio en la microbiota puede favorecer a la aparición de patologías. Entre las más comunes están la dermatitis atópica, el acné, la psoriasis o la rosácea. Así, la toma de probióticos, puede favorecer a paliar esos cambios en nuestra piel, siempre y cuando sea complementaria al tratamiento de un especialista.

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